La franquicia es una herramienta de expansión que permite al empresario aumentar su red con una dedicación de recursos inferior a los que serían necesarios para hacerlo con una red de establecimientos propios.
No obstante, ni todos los negocios son franquiciables ni todos los empresarios son poseedores de un concepto susceptible de acogerse al modelo o tienen la "mentalidad" necesaria para franquiciar; entonces, ¿cómo decidir si estoy listo para franquiciar mi negocio?
Aunque la toma de esta decisión debe responder a un meticuloso análisis interno y de mercado, sí podemos tomar en consideración algunas cuestiones iniciales que nos ayuden a afrontar o no el proyecto.
En primer lugar, debemos mirar objetivamente la estructura de nuestro negocio: número de establecimientos, localidades en las que opera, antigüedad del mismo, entre otros. No hay una regla que fije esos "mínimos" necesarios para ser franquiciador. Sin embargo, debemos estar seguros de que podemos obtener resultados similares con nuestros locales en distintos puntos geográficos que cumplan con los criterios demográficos y socioeconómicos previamente establecidos.
En segundo lugar, aclarado este punto, analizaremos si más allá de los condicionantes geográficos, podemos procedimentar y transmitir con fidelidad nuestro concepto de negocio, de modo que un tercero ajeno a la idea original, pueda replicar la actividad de los establecimientos propios con éxito.
Por último, es el empresario el que debe considerar si está dispuesto a proveerse de la estructura y conocimientos necesarios para prestar los servicios precisos a su red de franquiciados. El éxito del franquiciador depende desde ese momento no de sí mismo, sino de la actividad de terceros cuyo buen hacer dependerá en gran medida de la profesionalidad y experiencia de la central de franquicia. Es por ello que no se deberán escatimar esfuerzos o recursos en su creación y actividad.